MEMORIA


Honda, silenciosa, dinámica,
la memoria es tierra, presente, agujero.
Tierra turbia y poderosa,
penetrada por la lluvia,
presente habitado por las sombras 
de los olores.

( Agujero que se afana en su vacío.
Vieja: ni vieja tan siquiera).

Olvidar el color de las fresas en las uñas,
el aroma agrio de la saliva de la madre en las mejillas
( sucias,
el olor del colegio,
el pan con chocolate de las meriendas,
la humedad fragante de la madera de los lápices de 
( colores,
el vértice amargo del limón,
el miedo a Dios, 
el tufo a vértigo y a pis,
la manzana roja en la mochila del primer amigo,
la ropa flameando en el tendedero,
el sollozo de una madre,
el rostro de un padre que sale por la puerta,
el piar de unos gorriones,
el chirrido de un columpio,
el peso de otro cuerpo en la áspera oscuridad,
el pálpito de otra carne en la carne propia,
el miedo a ese leve temblor del azar,
el bramido del mar,
una punzada de felicidad,
pena hirviente y prolongada

Olvidar, porque la memoria conoce;
luego borra)

Y la tierra reciente es tierra que no huele,
tierra áspera sin apenas consistencia.
Tierra nueva,
tierra agraz y cáscara
remota en su cercanía,
tierra fina junto a esta otra tierra gruesa y hueso
la que se amontona en la niñez.

(Vieja y honda: ni vieja, tan siquiera.
Porque  a lo que se dedica la memoria es a olvidar)

(Llenos los niños de árboles- Cristina Sánchez-Andrade)

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